
El día que descubrí que no tenía futuro como estilista
A los cinco años estaba convencida de que sería una gran estilista. Por razones que todavía hoy me resultan un misterio, decidí hacerme un cerquillo. Tenía las tijeras listas, las manos decididas y aparentemente, cero noción de proporciones. Durante el proceso, estuve entusiasmada, concentrada y muy segura de lo que hacía (supuestamente), pero una vez terminado el corte, la realidad se impuso sin contemplaciones: el cerquillo no quedó desparejo, quedó espantoso como una verdadera catástrofe capilar.
El drama antes del jardín
Al día siguiente me tocaba ir al jardín de niños y con ese nuevo look, la idea me resultaba francamente inaceptable. Intenté zafarme: hice berrinche, fingí un dolor, pedí quedarme en casa… nada funcionó. Me obligaron a ir con ese corte horrible que yo misma me había hecho (es lo peor).
Moraleja con tijeras
Definitivamente, no volví a tocar unas tijeras en un buen tiempo. Y aunque en su momento fue trágico, hoy no puedo evitar reírme de ese episodio. Todos tuvimos alguna idea “creativa” en la infancia que terminó saliendo mal, ésta fue la mía.
¿Y tú? ¿Qué travesura hiciste en tu infancia?
