
Lo que parecía una buena historia de amor
Con mi pareja llevábamos más de seis meses. Me encantaba su forma de ser: alegre, divertida, con esa energía que te hace sentir que todo está bien. En una ocasión coincidimos con Alfonso, mi mejor amigo de toda la vida, y los presenté, él también tenía pareja en ese momento, y llevaban más de un año juntos. Nada parecía fuera de lugar.
Dos rupturas, una coincidencia… ¿o no?
Poco tiempo después me enteré de que Alfonso había terminado con su pareja. Me apenó saberlo, porque conocía cuánto había luchado por esa relación. Unos días más tarde, mi pareja también terminó conmigo. No entendía nada, no hubo discusión, no hubo señales claras, solo un “ya no va más”, así, sin anestesia y bueno, solo lo acepté con una gran tristeza, no podía forzarla a seguir una relación que claramente no quería.
La traición tenía nombre y apellido
Una semana después, mi hermano me soltó la bomba: había visto a Alfonso besándose con Ana, mi ex, no lo podía creer. Sí, ya no estábamos juntos, pero la herida estaba abierta. Y él, que fue como un hermano para mí, le echó sal sin pestañear. Las preguntas no me dejaban dormir:
—¿Desde cuándo estaban viéndose?
—¿Me engañaron?
—¿Él también engañó a su ex?
—¿Ella alguna vez me quiso?
Y cuando pensé que nada podía empeorar…
Semanas después, justo cuando empezaba a sentir que estaba saliendo del hueco, me enteré de que Ana estaba embarazada. Sí, embarazada, otro golpe, otro silencio que me tragó por dentro.
Pero sobreviví. No fue fácil, lloré más de lo que me gustaría admitir. Estuve apagado y frustrado. Pero el tiempo pasó, como siempre pasa. Me refugié en el trabajo, ayudé a mis viejos con el negocio y volví a encontrar un poco de paz. Hoy solo es un mal recuerdo. Uno que no se olvida, pero que ya no me rompe por dentro.
¿También viviste una traición inesperada? Sí fue así, ¿Cómo lo superaste?
